Candelario Pérez Madero
En el desesperado deseo porque un mayor número de personas le dé una oportunidad a las ideas de ser escuchadas, que se conozcan los alcances de las propuestas, se libran desesperadas batallas en los medios electrónicos, impresos y en redes sociales.
La lucha por contagiar el gusto por sus ideas, se libra con lentitud, es una disputa más parecida a la seducción que se da entre dos personas, el contagio entra por vía del afecto, de los sentidos, de la pasión con que un candidato expresa determinada dosis de discurso, con sentimiento y emociones para cautivar a la audiencia, al receptor con disposición de escuchar y obtener su simpatía.
No hay candidatos equivocados, quizás momentos no oportunos para que la ciudadanía haga suya la palabra traducida en sugerencia. Por ello, hay que saber el momento de llegar a la visita y tener el escenario para sembrar la semilla de confianza.
La política como toda manifestación del arte es territorio de pasiones y razones. La ciudadanía quiere ver rostros agradables, está harta de lamentaciones y discusiones, quiere ser parte de un plan que mejore su calidad de vida y su destino y lo compartirá con alguien con deseos de seguir construyendo el mejor modelo de ciudad para potenciar su grandeza. (La gráfica es solamente ilustrativa)