Ser feliz no es tener una vida perfecta, ser feliz es reconocer que la vida vale la pena a pesar de todas las dificultades.

CANDILEJAS

CANDELARIO PÉREZ MADERO

En el cajón de sastre me encontré esta frase: se diferente para que la gente pueda verte con claridad entre la multitud. No tengas miedo de los cambios lentos, solo ten miedo de permanecer inmóvil. El universalista francés Edgar Morín escribió: la vida humana necesita ser alimentada de sensibilidad y de imaginario. El mundo donde se construye uno como persona es importante para honrar la frase que reza: ser feliz no es tener una vida perfecta, ser feliz es reconocer que la vida vale la pena a pesar de todas las dificultades.

Cambiar internamente, uno se pregunta cómo transformar lo de adentro. Respuestas hay muchas para conocer y reconocer nuestros problemas debemos saber nuestro origen, ser ajeno a nuestras raíces motiva a continuar siendo igual. Si buscamos un cambio significativo en nuestras vidas, se debe trabajar con nosotros mismos, no podemos hacer promesas a los demás si no podemos cumplir las promesas personales.

Si lo trasladamos de persona a profesión, vale la pena mencionar: Amor y espiritualidad elementos necesarios de la formación del docente porque su significado conlleva una actitud del sujeto para entender, vivir, crear, transformar-se, que surgen de la acción y compromiso de por aprender a ser, autorealizarse y tener conciencia. Se parte de  reconocer la importancia del amor y la espiritualidad en el desarrollo de la persona y, posteriormente, su relevancia en la formación docente haciendo énfasis en las implicaciones que atañen los términos necesidad y condición.

En su obra Stephen Covey cita las victorias privadas siempre deben anteceder a las victorias públicas, ya que la fama sin una base sólida de nuestro carácter y comportamiento, termina rápidamente, puesto que siempre estamos bajo la mirada de nuestros semejantes y cuando somos faltos de principios, esto se termina  evidenciando a largo plazo, podemos disimular por un tiempo, pero tenemos que comprender que somos seres sociales y nos debemos a las relaciones con las personas, nuestra familia, nuestros amigos, nuestros colegas de trabajo entre otros.

“El amor y la espiritualidad son necesidades básicas porque contribuyen de un modo esencial al proceso vital, que es indispensable para un desarrollo sano. Una persona con amor funciona, en la práctica, como el sistema inmunológico de la conciencia, ofreciendo una mayor resistencia, fuerza y capacidad regeneradora. Una persona amorosa posee energías y motivaciones. El amor en la persona se relaciona con estabilidad emocional, el cuidado propio, la aceptación y respeto por sí mismo y los otros, la actividad entusiasta, la alegría, la capacidad de dar, de servir, el compromiso y la responsabilidad por ayudar al otro”.

“Cuanto más elevado sea el nivel de amor en el ser humano, más dispuesto estará a fomentar las relaciones que le hacen crecer como persona. Es una actitud y estado que permite estar despierto y orientarse positivamente en la vida, hacer uso de ese poder para beneficio común y caminar hacia la evolución psíquica y no solo física porque, en palabras de Morín (2003)  la vida humana necesita ser alimentada de sensibilidad y de imaginario”, como cita un trabajo de investigación de la Universidad de Michoacán.