Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, ex presidente de México y el actual jefe de la nación, respectivamente.

La política ha cambiado radicalmente en nuestro país, en un giro de 180 grados. Enrique Peña Nieto, sabía que había generado mucho odio hacia su partido y su ausencia para defender su trabajo fue tierra fértil. Le decían de todo y jamás salió a dar sus argumentos del porque y el cómo iban las cosas. La Casa Blanca, pone a su esposa en el blanco y empeora la situación. Por citar un ejemplo.

El PRI se convertía en el enemigo de los pobres en redes sociales, su desprestigio llegaba a los bares, cantinas, cafés, fiestas familiares y lo que se decía, nadie, ningún funcionario que depositaba íntegro su sueldo en su cuenta bancaria, pues de las cajas chicas cubrían sus gastos personales, abría la boca para aclarar que si había trabajo, obras, avances, apoyos a través de excelentes programas sociales. Con personal capacitado. Nadie, excepto las cabezas, que no pasara un examen de conocimiento era aceptado en el Gobierno federal.

Pero seguían los errores, los de abajo sacaban todo el trabajo, y aquellos que ponían de titulares solo requerían el título de incondicionales, y muchos de estos solo llegaban a robar a través de viáticos y de hacer negocios o pedir el diez, veinte y hasta el treinta por ciento de las obras que «licitaban».

Sin importar que muchos odiaran lo que hacían, que entre amigos, conocidos y familiares la red de cochupos se contara con enojo y desprecio y la frase «corruptos» se anidará en el corazón de la mayoría.

Y el Presidente, alejado, inmerso en sus cosas personales le fue dejando de importar el sentimiento del pueblo, que vio crecer la corrupción, de abajo hacia arriba y arriba hacia abajo. Todo el trabajo bueno, valioso, que mantenía la economía de México en la bonanza, se perdía por aquellos que convirtieron la oportunidad de servir con honestidad en una caja de excremento.

Si, la política ha cambiado, Andrés Manuel López Obrador, es el ganso cansado, con 66 años de edad, tratando de mantener el ritmo de trabajo que tuvo al frente del entonces Distrito Federal, durmiendo poco y comiendo donde se pueda. Pero ahora más viejo, más, mucho más cansado y se le ve en el rostro de las mañaneras.

Con su fama de honesto y su preocupación por los pobres se ha ganado el corazón de esos millones de olvidados, alejados de la tecnología, que escuchaban a nietos e hijos hablar de los partidos políticos como lo peor.

Peña Nieto, entonces Presidente lo sabía, estaba consciente que el PRI tenía pocas posibilidades y en una reunión de élite pacta, pacta su salida limpiamente, sin persecuciones ni investigaciones a su gestión. Andrés Manuel, fue su gallo y por primera vez, luego de años de aspirar el ya casi mártir, para algunos, tiene una posibilidad real, libre, sin más piedras que un candidato panista casi igual de desgastado que el tricolor.

Y así inicia la historia de un cambio político en México. Un cambio que es más visible que interno.

Una transformación generadora de odios, hacia la prensa convencional, que son empresas, como cualquier otra que hace negocios lo mismo con el gobierno que con otras empresas.

Tienen empleados, colaboradores, pagan impuestos y viven de la publicidad, sea oficial y comercial. Y Andrés Manuel lo sabe. Pero es su revancha y lo sabe.

Morena, es el viejo PRI, dicen algunos, el tiempo nos lo dirá, lo sabremos si los pobres no suben a clase media. No es con ayudas económicas mensuales como se logrará, se requiere apostar a generar empleos bien pagados, a mejorar la calidad educativa en planteles de gobierno y que sea totalmente gratis estudiar una carrera universitaria para que todos tengan acceso.

Igualmente en los servicios de salud, gratis para todos y de buen nivel, con medicamentos gratuitos también, todo, claro, mediante estudios socioeconómicos.

Una verdadera transformación que acabe de tajo con la pobreza, con una prensa libre, sin chantajes ni presiones. En fin… Tengan ustedes muy buenos días.